Rest. La Casilla

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Todavía es mítica en toda Galicia la tortilla de patatas de La Casilla, establecimiento al que muchos llaman, a saber por qué, Las Casillas. Un clásico, de toda la vida, de 1.935, que hizo de la tortilla su emblema, sobre el que cimentó su fama. Y con su fama, la de una manera de entender la tortilla, que conquistó el mundoy del que se siente orgullosa Betanzos, que la practica en decenas de establecimientos y exporta por múltiples lares. Este fue el sitio en el que Angela Rivera Valiño hizo historia, con la que prosiguió la familia.

Hoy La Casilla es la resultante de la fusión de la vieja casa y de otro restaurante señero de Betanzos en las últimas décadas del siglo XX: Edreira. Son quienes  desde 1.990 llevan  La Casilla. Y sigue habiendo –casualidad– una doña Angelita, Angelita Fernández Gómez, quien  tiene el mango de la sartén, que va dejando  a su hijo Jorge Amor Fernández.

Patata gallega, a poder ser,  huevos camperos.   La tortilla no es gruesa, pero sí jugosa, respetuosa con la doctrina originaria. Sin más ingredientes: una pieza para cuatro, la más habitual, lleva como 600 gramos de patatas, cortadas en láminas finas en sentido transversal y fritas alegremente en aceite de oliva a alta  temperatura, para cerrar sus poros y evitar que se engrase su interior. Cada tortilla de ese tamaño lleva catorce huevos, poco batidos; a veces se nota en la disociación de claras y yemas. Doña Angelita da cuatro vueltas a la tortilla, «para que no se escape el huevo». La tortilla es suculenta, cremosa, muy jugosa. Ha de servirse con cuchara, como mandan los cánones de la tortilla betanceira. Es, ya decimos, el plato rey: no hay prácticamente mesa que no presida el amarillo reventón de la tortilla española. Lo demás es, casi, un mero complemento. Desde luego, hay uno muy recomendable, que originó el gran prestigio del desaparecido Edreira: la carne «asada» a la gallega, en la que la estrella son… las patatas, impregnadas de los jugos cárnicos, auténticas joyas en forma de tubérculo.
Otra buena especialidad son los callos a la gallega con garbanzos. Y, claro, el caldo gallego. Los postres son, como todo, sumamente tradicionales o industriales. Y la bodega es, más bien, convencional. Lo que importa es… la tortilla.

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