La pinta de esta tortilla no puede ser más bella, más atractiva. Al ojo estamos ante una perfecta tortilla de Betanzos. Luego en los hechos, no llega tan lejos. Conceptualmente está en el sitio, la práctica no alcanza al planteamiento. Tiene inmensas posibilidades, siempre que busque la perfección. Sobresalen el espíritu y la calidad y cantidad de huevos en liza: esplendidos. Sin embargo, debe incidir en la sensación de patatas fritas, de la que carece. Debe rebajar la costra exterior, dorada, preciosa, pero un poco seca, cuajada. Tampoco le vendría mal potenciar la sabrosura. Y sin estar sosa, admite un poco más. Incluso, si se piden dos el mismo día, comprobamos que no hay la misma proporción de huevo-patata en una que en otra.
Estamos, pues, ante una tortilla de Betanzos en proyección que tras la ejecución no transmite todas las características que le son propias, más allá de la presencia y cuanto afecta al huevo, en este sentido colosal.
INSISTIMOS, TIENE INMENSAS POSIBILIDADES, SIEMPRE QUE ASUMA QUE TIENE QUE PERFECCIONAR LA PRÁCTICA.
Por lo demás, un ambiente desenfadado y bullicioso acorde con la cocina galaica que ofrece Antonio Sanchón, tabernarIa y muy gratificante.
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